NOCHES DE TRAGOS Y BURDELES EN EL BUENOS AIRES DE  1810 Publicado el 03/04/2022 Por Dios

NOCHES DE TRAGOS Y BURDELES EN EL BUENOS AIRES DE 1810

Sugerente el título, pero más interesante es conocer una faceta desconocida de la vida de aquellos hombres que han llegado a nuestros días en estatuas de bronce o figuras de rostro adusto. En realidad, y como no puede ser de otra manera, dispersaron y retozaron su carnal espíritu en noches de fandango, verbena y charlas bohemias acompañadas de alcohol y amor de alquiler.

Foto 1 NOCHES DE TRAGOS Y BURDELES EN EL BUENOS AIRES DE  1810

SALON DE CAFE PORTEÑO

El Café de Los Catalanes, ubicado en la esquina de las actuales calles San Martín y Perón, a pesar de lo que su nombre sugiere, los propietarios no eran de dicha nacionalidad, sino italianos de la Liguria, de un pago vecino al de Domingo Belgrano y Peri, padre del General Manuel Belgrano. Era el café de concurrencia de los hermanos Belgrano, pero también, en los agitados días de Mayo, se daban cita quienes estaban decididamente en contra de continuar siendo “virreinato” y de ahí que a este grupo se lo conocería como los “antivirreinales”. (Mariano Moreno, Juan José Castelli, Nicolás Rodríguez Peña y el propio Manuel Belgrano etc.).

Foto 2 NOCHES DE TRAGOS Y BURDELES EN EL BUENOS AIRES DE  1810

CAFE DE MARCO

En el Café de Marcos, situado a escasos metros del Cabildo, en la esquina de las actuales calles Alsina y Bolivar, además de disponer de café y comidas, contaba con mesas de billar. En el se reunían los partidarios de Fernado VII, también llamados “fernandinos” en oposición a los “josefinos”, españoles que apoyaban al Rey francés hermano de Bonaparte, José.

Ambos eran cafés elegantes y de vida social oficial. Era usual y socialmente admitido, que entrada la noche, desde luego que ya sin la presencia de señoritas o señoras de sociedad, – las “otras” no aparecían por estos salones- un caballero suba al coche que tenía parada en la puerta del local, con unas copas demás y con mala puntería en los pies, que claro, para “corregirla” estaba el cochero. Normalmente, cuando el caballero era un “caído en combate”, el amigo abonaba por anticipado el viaje hasta su casa, indicándole al cochero el destino y las precauciones que debía tener, este último seguramente, conocía perfectamente el “dossier” del pasajero.

Foto 3 NOCHES DE TRAGOS Y BURDELES EN EL BUENOS AIRES DE  1810

LA PERICHONA Y SANTIAGO DE LINIERS

En la Posada de los Tres Reyes, la noche terminaba con cantos, bebidas a discreción y juego de naipes.

Los hombres con algunos alcoholes encima, con mucha discreción se iban a la “calle del pecado”, en la zona del actual edificio del Ministerio de Obras Públicas de la Nación. En el prostíbulo que funcionaba en dicha calle, era la sensación, con las “ingesitas”, unas prostitutas que hicieron fama y que habían llegado en la fragata Lady Shore.

La historia de cómo llegaron esas damas a alegrar la vida de los hombres de esta ciudad perdida de sur, se originó cuando en el 1797 el Rey Jorge III de Inglaterra, decretó el destierro de sesenta mujeres acusadas de ejercer la prostitución en Londres, con el objeto de “restaurar la moral de la ciudad”. La orden fue que aquellas perseguidas mujeres fueran enviadas al basural humano de Inglaterra, es decir, Australia tierra de presos y todo ser despreciable y una vez allí librarlas a su suerte.

Lo que no se imaginó el rey de la Rubia Albión, lo que el dicho criollo dice “ que un par de pelos de c…., tira mas que una yunta e bueyes”, y la damiselas se las arreglaron para convencer a la tripulación del barco para que desvíen su camino, cosa que lograron incluyendo el arrojo por la borda del cabeza dura del capitán. Recalaron primero en Montevideo, y ya informadas de las “posibilidades laborales en el área”, se dirigieron a Buenos Aires, instalándose exitosamente en la llamada Calle del Pecado, frente a una propiedad de Miguel de Azcuénaga. Mi Amigo Juan Carlos Serqueiros, ha escrito un hermoso artículo, “Doña Clara, puta en Londres, Dama en Buenos Aires”, referido a Doña Clara, una de las inlgesitas, se los recomiendo en el blog del autor “Esa Vieja Cultura Frita”.

Esta promiscuidad sin el debido higiene, traía severas consecuencias. El contagio de sífilis, que por aquellos años era una enfermedad incurable, en razón de que aún no existían los antibióticos, ya que estos se aplicaron en medicina recién en los tiempos de la II Guerra Mundial, y el tratamiento para la misma, era solo local, con curaciones de permanganato de mercurio.

Una noche podía ser la condena a vivir con la cruz de un vicio sifilítico.

Así se decía que, Así se decía que, “una noche con Venus, podía condenarte a vivir toda la vida con Mercurio”.

Los hombres de alta sociedad, poseían departamentos de solteros, como fue el caso de Manuel Belgrano en el Barrio de Monserrat, según surge de una carta escrita en 1809, por su amante María Josefa Ezcurra, a su hermana Encarnación Ezcurra de Rosas, contándole que había conocido la “casita chica de Manuel”, este documento fue encontrado por la historiadora Lucía Galvez.

Ya ven amigos, no todo era cosa de hacer Patria nomás…

Hasta la semana que viene.

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