Lo de Hansen, un mítico bar de Palermo donde se prohibió un tango Publicado el 31/03/2022 Por Dios

Lo de Hansen, un mítico bar de Palermo donde se prohibió un tango

El restorán de Hansen, fue el más famoso de los lugares de diversión nocturna de Buenos Aires desde la última década del Siglo XIX hasta 1903. Fue punto de referencia para la actuación de toda una generación de músicos y hasta allí llegaban los mejores bailarines de tango de la época. Estaba ubicado en pleno corazón del Parque Tres de Febrero, en el barrio de Palermo, con entrada por la avenida Sarmiento entre las vías del Ferrocarril y la avenida Vieytes.

Esos eran terrenos fiscales y allí, en 1869, la Municipalidad de Buenos Aires había construido en los terrenos que habían pertenecido a Juan Manuel de Rosas una hermosa glorieta que albergaba un restorán, con la idea de arrendarlo a particulares. Se llamaba “Restorán Palermo” y su diseño reproducía el de los grandes restoranes al aire libre, que en esa época estaban de moda en Europa.
Este Restorán fue explotado con mayor y menor éxito por diferentes concesionarios, hasta que, en 1875 apareció en escena un alemán nacido en Hamburgo llamado Johan Hansen, quien, como nuevo consignatario, le dio una nueva impronta al local, por lo que a partir de entonces ya nadie hablaba del Restorán Palermo, sino que se referían a él como “Lo de Hansen
La realidad es que “lo de Hansen”, no era solo un restorán: Mostrando un lujo jamás visto hasta entonces en un restorán, era una mezcla de “prostíbulo suntuario y meca del Tango”, además de restorán. Un antecedente no muy santo de los “cabarets” que le siguieron para iluminar las noches porteñas.

Fue lugar de cita de “bacanes” y “malandras”, de patoteros y gente de avería. De bailarines y “cafishios”,que se mezclaban sin pudor, con representantes de la aristocracia snob, que deliraba por vivir esas excitantes noches que se le ofrecían en “Lo de Hansen”. Porque allí veían bailar bien el tango, allí podían escuchar a las mejores orquestas “típicas” del momento; disfrutar de la muy grata compañía de hermosas “coperas” que les hacían sentir que eran, lo que jamás podían ser y olvidar, aunque fuera por una sola noche, una vida triste y aburrida.


Pero lo fundamental, era que allí había acción. Porque las peleas a puño limpio o empuñando un cuchillo eran cosa común y frecuente. Los desafíos, las miradas torvas, el “apriete” a un despistado que osaba invitar a bailar a la “mina”del pardo Bazán, o la pelea entre mujeres que pretendían el mismo hombre, eran el condimento de esas emocionantes noches, que atraían a un público heterogéneo que solía colmar la capacidad del local, sabiendo que era posible mantenerse alejado de ese mundo y que mientras se bailaba unos lindos tangos, se podía disfrutar de excelentes bebidas y de un servicio de gastronomía de primera.

“Lo de Hansen” se puso de moda y allá fueron las figuras más rutilantes del espectáculo, de las artes, de la música y de la política. Allí tocaron las más famosas orquestas de Tango que registra la historia de nuestra música popular, los mejores cantores y cantantes. Allí bailó “el Cachafaz” y hasta algún Presidente argentino se animó a unos “cortes” en su pista. Por esos años, no hubo visita ilustre que no se tentara para conocer aquello de lo que a media voz se hablaba en los salones más mundanos de Europa. Una noche lo visitó la gran soprano italiana Adelina Patti, que no quiso irse del país sin pasar unas horas en ese auténtico ambiente donde nació una de las primeras milongas.

Luego de fallecer Hansen, en 1892, tuvo varios dueños, el primero Enrique Lamarque, hasta que, a fines de 1903, la concesión del lugar fue otorgada a otro inmigrante: esta vez fue el lombardo Anselmo R. Tarana. A partir de ese acto “Lo de Hansen” cambió de nombre, comenzó a llamarse “Restaurante Recreo Palermo. Antiguo Hansen” o también “El café Tarana”.
Tarana tenía cinco automóviles con los que, gratuitamente, los clientes eran llevados y devueltos a sus domicilios (si toma, no maneje).
El tema sobre si se bailaba o no el tango en “Lo de Hansen” es bastante discutido.

Félix Lima, en un artículo de la revista “Caras y Caretas” escribe: “Con frecuencia volaban los sifones, las copas, las botellas y las sillas. A veces tiros y puñaladas. Más de un taita pasó al otro mundo desde el escenario del Hansen en viaje directo, ‘senza tocare’ el hospital.” … “Estaba prohibido el bailongo, pero a retaguardias del caserón de Hansen, en la zona de las glorietas, tangueábase lindo, tangos dormilones, de contrabando. … ” ‘La Morocha’, el tango de Saborido, tocábase vuelta a vuelta, se encontraba en el apogeo de su popularidad. La orquesta nocturna era de línea. ‘Pas’ de bandoneón. El fuelle todavía no habíase hecho presente en público. Los tangos de Bassi y Villoldo – El Incendio y El Choclo – abríanse cancha. ‘Unión Cívica’, el mejor tango del compositor Santa Cruz, también estaba de moda…”. Nos referimos a la época dorada del Hansen, desde 1903 a 1908.

Alfredo Taullard en su libro “Nuestro Antiguo Buenos Aires” (Peuser, 1927) lo describe: “El Hansen tenía aspecto de merendero andaluz y cervecería alemana. Desde varias cuadras, a media noche, descubríase su ubicación por las líneas de luces de los faroles de los carruajes y los farolitos de colores que alumbraban las glorietas. En esas glorietas cenábase, entre risas y farándulas, y en el gran patio los parroquianos bebían baja un techo frondoso de glicinas y madreselvas olorosas. La orquesta tocaba milongas, polcas y valses”.

En cambio, el “cajetilla” Adolfo Bioy (padre) en “Antes del 900 (Relatos)” expresa “… Allí se bailaba el tango, antes que esta danza hubiese alcanzado a estar de moda en los salones de la ciudad, allí íbamos de cuando en cuando a ejecutar nuestras cualidades de calaveras, a riesgo de incidentes con los malevos que en ese antro pululaban”.

Leonardo Benarós cuenta que Roberto Firpo decía: “Yo toqué en lo de Hansen en 1908. Algunos dicen que se bailaba. Es mentira. Se tocaba para que se escuchara, aunque tal vez, alguno que otro, diera algunas vueltas en una glorieta escondida”, pero también dice que el 16 de diciembre de 1961 entrevistó a Felipe Amadeo Lastra, viejo criador de caballos de criollos, ya octogenario, que insistía con vehemencia que “en lo de Hansen no se bailaba. ¿Adónde se iba a bailar?, ¿Entre los árboles?”.

Miguel Ángel Scenna, relata que Lastra, decía que “lo de Hansen, durante el día y hasta las once de la noche, era un pacífico restaurante, pero que, a partir de esa hora, empezaban a llegar los paseantes nocturnos. Si llovía, no había Hansen. En ese patio había un sinnúmero de mesas de mármol de forma rectangular y basamento de hierro, por lo tanto eran bastante pesadas y difíciles de mover. Circundándolo, había glorietas con enrejado pintado de verde. A la hora mencionada, empezaban a llegar en carruajes, los parroquianos que, desde que descendían de ellos, lo hacían entre policías uniformados y pesquisas en gran cantidad, ya que, de no ser así, todas las noches, aquello hubiera resultado un campo de Agramante. La concurrencia estaba integrada por “compadritos” y “gaviones”. También concurrían “niños bien” y escasos comerciantes con veleidades de juerguistas, lo mismo que ganaderos que se tomaban vacacioncitas. A Jorge Newbery nunca lo vimos allí; él era deportista. En ese local no se bailaba. Estaba prohibido, como en todos los sitios públicos”.

Increíble pero real

El famoso compositor Ángel Villoldo, creador de éxitos como “La morocha” o la música de “El choclo”, estrenó “El Esquinazo” en el Hansen. Cada noche, cuando se tocaba esta pieza, los asistentes marcaban el ritmo aplaudiendo. El entusiasmo iba creciendo y a los aplausos se sumaba un leve golpeteo sobre las mesas. Luego taconeaban sobre el suelo. El público aumentaba la temperatura con esta milonga y pedían bises: llegaron a tocarse siete veces en una misma noche. El golpeteo rítmico que acompañaba al “endiablado tango”, como lo definió Pintín Castellanos, pianista y compositor uruguayo, creció hasta convertirse en golpes de vasos, copas y hasta sillas que volaban por el local, Tarana, cansado ya de tantos destrozos hizo poner un cartel que decía: “Terminantemente prohibida la ejecución del tango El esquinazo. Se ruega prudencia en tal sentido”.

En 1908 el negocio es transferido a la sociedad Payot y Giardino que lo administraron hasta 1912, año coincidente con la intendencia de Joaquín S de Anchorena cuando el café fue cerrado y demolido. Y así terminó “lo de Hansen” y con él, una época y una forma de vivir la vida que ya jamás volverá.

En 1937 el compositor de tango y director de cine Manuel Romero presentó la película “Los muchachos de antes no usaban gomina”, con el inolvidable actor Florencio Parravicini (como Ponce), donde las escenas transcurren en gran parte en “Lo de Hansen”. Además, compuso el tango “Tiempos Viejos”, con música de Francisco Canaro (1926), y que dice:

¿Te acordás, hermano, la Rubia Mireya
que quité en lo de Hansen al guapo Rivera?
¡Casi me suicido una noche por ella,
y hoy es una pobre mendiga harapienta…!
¿Te acordás hermano, lo linda que era?
¡Se formaba rueda pa´verla bailar!
Cuando por la calle la veo tan vieja,
doy vuelta la cara y me pongo a llorar…

No es claro si existió la rubia Mireya, pero no hay dudas que encarnaba a las mujeres que iban al Hansen a conocer hombres, muy bien vestidas y con joyas caras.
El “chupping-house” de Palermo, como lo definió el periodista Félix Lima, acompañó el crecimiento inicial del parque Tres de Febrero como lugar de recreación para los porteños, convirtiéndose en un hito de la historia de Buenos Aires.

Recopilación de textos e imágenes: El arcón de la historia; La Nación; ultimatanda.it; Historia del tango; cafecontado.com; acciontv.com.ar

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