Un masaje casual Publicado el 16/11/2020 Por Dios

Un masaje casual

Al salir de la estancia, mire el reloj note mi retraso, hice un recorrido visual buscando un taxi, note una mujer alta de piernas firmes, posada en las sombras de un árbol, no era necesario un sol radiante para deslumbrar su belleza, fumaba un cigarrillo, el humo se confundía con sus ojos grises, su mirada era penetrante, tenía un rasgo de misterio que me gustaría investigar, miré nuevamente el reloj, tome azorado un taxi… ya era injustificada mi tardanza.

Alguna vez han conocido a una mujer que, sin pensarlo, les roba el aliento, el tiempo se paraliza, sienten un deseo carnal de oler su perfume, acariciar su delicada piel, sentir el roce de sus labios y su respiración lenta rozando tu piel, solo algunos han tenido el placer de conocer a Romina.

Al cumplir con mis labores diarias, ajetreado por el estrés que generan día a día clientes insatisfechos, con requerimiento de atención o simple necesidad de conversar con un desconocido al que le puedes confesar un secreto oculto, sin el temor de ser difundido entre sus amistades, con corbatas y largos vestidos de la mejor confección, concluí ir por un café.

Nunca pensé que al entrar a aquella panadería la volvería a ver, note su presencia al cruzar la puerta, estaba de espalda tomando un latte, el hecho de no conocer su nombre, sus gustos o sus fetiches, no importaba en este instante, sentía una atracción fascinante que nunca había experimentado en el pasado, era algo más allá de un morbo casual que puedes sentir al ver unos buenos senos trotando en algún parque.

No pasaron más de 10 minutos y ya había terminado su latte, al levantarse dejó caer del bolso una tarjeta con un mensaje escrito, “Búscame, Argentina XP Romina, masajes”, no dude un instante debía buscarla, volverla a ver era una señal, su proceder una travesía que aún no comprendía.

Noté que mis labios estaban paralizados incapaces que producir una palabra, siquiera un gemido tan bajo que no permanecería un instante para ser recibido por aquella mujer con la que había fantaseado, sin pensar o analizar las palabras que salieron por mis labios impudentes, pregunte “¿qué planes tienes hoy en la noche?” No contaba con suficiente tiempo para saludos coloquiales, tampoco era el momento para contar todo lo que pasaba por mi cabeza mientras la miraba.

Sin titubear dijo “¿es que acaso no sabes leer o no ha sido claro mi mensaje? Te recuerdo, no lo arruines” Sonriente jugo con su cabello, no supe si le parecí gracioso o si se burlaba de mi inexperta experiencia ante su presencia. De la nada dijo “pide por mí, Romina es mi nombre, te espero”

Confieso que al instante dude, su actitud me creo una sospecha, frente a la cual incoherentemente me sentía tranquilo, muchas preguntas abordaron mi mente, ¿quién era? ¿Por qué no quería darme su teléfono? Sabía que tenía un móvil lo note al verla por primera vez, era visible en el bolsillo de su chaqueta. Me resigné a escucharla y me dirigí a casa.

Al llegar ingresé a esta plataforma que me ofrecía infinidad de mujeres hermosas con las cuales yo podía interactuar, no me sorprendió que se tratase de un sitio de escorts, pero tenía un objetivo, Romina, Masajes.

La había encontrado, estaba a solo un clic de descubrirla, miré por la ventana de mi alcoba, el sol se había retirado dejando una noche oscura en presencia de una radiante luna, la noche era secuas de mis deseos.

D: He logrado encontrarte, no ha sido muy difícil.

R: Lo sé, ¿qué te ha parecido el sitio?

D: No es lo que acostumbro, pero siempre estoy abierto a nuevas experiencias.

R: Vayamos sin rodeos, son 2000 por masajes sensitivos, 3000 más por cada exigencia particular.

Recuerdo haberle ofrecido una cena “no soy de esas” fue lo único que respondió, a lo que me imagine que la única manera de compartir con ella seria siguiendo el juego que ella proponía. Era una masajista y la verdad no poderla me causaba mucho estrés, era más que oportuna su aparición en mi vida ¿no?

D: Perfecto, quedamos entonces así, esta noche a las 9:00 Av. Santa Fe 20xx Piso 5 ¿no?

R: Has entendido a la perfección, espero por tu llegada.

Estuve 15 minutos antes, quería verla llegar, no paraba de mirar mi reloj, cuando la vi bajar salir de un edificio, me sentí un poco confundido, pero nunca había hecho esto antes así que no debía suponer demasiado.

Traía un vestido rojo hasta las rodillas, con un escote que dejaba mucho a la imaginación, en el camino hasta el departamento me contó los pormenores que asume al desempeñarse como masajista erótica, por lo que solo contratada por hombres poderosos.

Me sentí dentro de una categoría a la que en efecto pertenecía, pero no era consciente de ello. Sentía su mirada con deseo, compartíamos las mismas intenciones. En el ascensor de subida la tensión era palpable, de no ser por la anciana del 4-D Romina hubiese terminado “Ro-mía” en menos de piso y medio. Llegamos y el ambiente se encontraba dispuesto. Me pidió que retirara mi vestimenta y que me situara en la camilla.

Me recosté sobre la cómoda extensión de moblaje y esperé por ella, como toda masajista dispuso una música que supone relajación, velas de aromas e inciensos. Yo solo esperaba el calor de los aceites sobre mi piel.

Sus manos eran cálidas, sus movimientos expertos, sabía qué hacer, tenía un fin y nada podría frenarlo, me susurro al oído delicadamente, “hoy conocerás cuál es mi trabajo y por qué solo pueden poseerme los merecedores”.

Romina me tuvo a su disposición esa noche. Tomo mi contenida inocencia y la transformó en un ciego deseo satisfecho por su tacto. Fue mi primera experiencia con ella, casual, distante, como la del niño que va por primera vez al cole. Me ha gustado Romina, sé que volveré a verla y más de una vez, y sé que es tan exclusiva que no debo preocuparme por nada.

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